¡¡Buenos días!!
Como sabéis, siento una gran debilidad por el esfuerzo, la superación, la entrega y el coraje. Bien, pues de nuevo tenemos que nombrar a Rafa Nadal para recordar dichos atributos.
No sé si os acordáis, pero una vez, hace ya cerca de un año hablamos de él aquí en el blog, si queréis recordarlo podéis verlo
aquí.
Bueno, pues para los que no seguís este deporte, ni posiblemente al deportista, os cuento.
El jugador (Rafa) ha pasado posiblemente el año más angustioso de su vida. No lo digo yo, si no que a través de los medios hemos visto como un talento del deporte, ha tenido un año flaco en cuanto a triunfos.
Tanto es así que se repetían los continuos abandonos en los torneos, y aquellos en los que conseguía participar no alcanzaba más que los cuartos de final o rondas preliminares donde no acostumbraba a perder.
Esto le ponía de los nervios y unido a su lesión de rodilla se estaba catapultando hacia segundas posiciones en el ranking de los mejores tenistas.
Si a esto unimos que la unidad familiar en la que se ha criado se desvaneció y tuvo que soportar la separación de sus padres, parece increíble que siga estando donde está.
Pero así es. En todo el año que ha pasado no se le ha visto un mal movimiento, una mala palabra hacia nadie. Ha tenido templanza, ha sabido esperar. Y sobre todo, ha trabajado duro, muy duro para volver a estar donde tiene que estar.
Es un trabajador nato, sabe que nada puede contra él. Se ve capaz de superar cualquier cosa, pero sabe que esto conlleva un esfuerzo muy grande.
Esa es la actitud de aquel que no tiene miedo a nada.
Es por eso, que este pasado fin de semana Rafa volvió a encontrarse con la victoria en un torneo, y ahora vuelve a ser el que era.
Su trabajo ha tenido recompensa. Ha tardado un año, pero la constancia y su superación le han llevado de vuelta donde tenía que estar, en lo más alto.
Creo que tendríamos que aprender mucho de él. Por muy dura que sea nuestra vida, hay que seguir peleando, unos en el deporte, otros en el trabajo y otros en las relaciones, pero no hay que rendirse nunca cuando se quiere algo de verdad.
No rendirse jamás.
¡Hasta el jueves, o viernes!
Miguel M.E. eL descafeinado de meDia nochE